miércoles, 27 de julio de 2011

Naturalmente cerrado
fruto hermético impenetrable
contra todo pronóstico
se abre.

Sale su bicho, se expande
esponjoso, cavilante, avanza
siente el pasto, el piso frío, teme
pero se calienta
un poco se acostumbra,
apoya las patas.

Con firmeza luego se para
se adapta al andar
en dos patas
le cuesta, pero sigue.

Alejado de su casa
no le importa
se agarra de las paredes
no son firmes,
pero sigue.

EL bicho confía
vuelve a la fe, y finalmente
largo camino
siente el frío verdadero.

Con miedo, se comprime
llora, se retuerce
se cansa, vuelve, llora más.
Su cueva vacía
no es la misma,
no la recuerda,
se extraña.

Triste, sabe que aún más
extraña al piso frío.
Intenta contra el miedo
volver a salir
pero el frío del piso
resbaloso, nublado
ya no está.

Está ocupado
por la niebla espesa,
y al no poder ver,
ni dentro ni fuera,
el bicho,
en las borrosas oscuridades
piensa en no salir más
y tapiar la puerta.