lunes, 12 de octubre de 2015

sueño nro. 8768764732687190102098309102887

Entramos en un lugar que parecía familiar, pero evidentemente no lo era, porque no lo reconocí, solamente me dio esa sensación confusa entre rechazo, incomodidad y la impresión que me da entrar a la casa en la que vivían mis abuelos, hoy que está vacía. De hecho, esa casa que mi familia aún tiene a la venta, tiene la misma temperatura que ese lugar en el que estábamos entrando. Me saqué el abrigo para sentarme con los demás que estaban allí, para volverme una más de ellos, y los que estaban conmigo se sentaron en distintos lugares, mecánicamente, como si ya los tuviesen asignados de toda la vida. Yo, que no sabía bien qué hacer, busqué lugar cerca de ellos, pero no encontrándolo – y sintiéndome una extraña y encontrando no muy buena recepción de parte de los conocidos (entre ellos) – me senté al lado de una chica, o una mujer, no sé.
Las bebidas empezaron a sucederse: cerveza, vino, whisky, grappa, y los humores y las miradas que los reflejaban empezaron también a rotar como el alcohol. Las personas más próximas a mí fueron moderadamente amables, hay que decirlo, pero nada memorable, tal vez debido a mi inexpresividad recurrente ante cada intervención que se dirigía a mi persona. La verdad es que no podía acomodarme a la extraña situación de ser extraña una vez más; esta vez era distinta a las otras y aún no tengo idea por qué, a pesar de que es lo más familiar en mi vida social, la única constante: la incomodidad. Pero esta vez no lo sobrellevaba muy bien. Además la mirada de la mujer, chica, o no sé qué, de mi derecha era fría y pensativa, como si tratara de recordarme de otro lugar, o como si de hecho me recordase, o simplemente como juntando valor para escupirme (que creo que no son caras muy distintas al fin y al cabo) me ponía más nerviosa todavía volviendo menos natural y fácil la tarea de disfrutar de aquel momento raro, o tal vez se trataba solo de sobrevivir a la inspección a la que se me sometía.
Llegó el momento en el que (gracias al intervencionismo del gobierno) salimos a fumar. Salimos dos, luego dos más. Terminamos siendo él, yo, ella que insistía en ahuyentarme con sus ojos enfurecidos y con ganas de escupir, y un flaco más que completaba la ronda en un nivel casi exclusivamente estético. Como la tensión impedía todo diálogo de mi interés me dediqué a mirar al piso y fumar sin parar ni para pensar lo que estaba haciendo. La misión, implícita o ya no, era permanecer. No irse, no retroceder. No sé por qué, como el resto de lo que hacía, no tenía ningún motivo más que hacer lo que hubiese hecho naturalmente. Permanecer, sin correr, y sobre todo sin mimetizarse con la mala onda, sin incomodar a nadie más y yéndome con las bolsas del saqueo a mi casa, lo más discretamente posible.
Un cigarrillo al final fueron cuatro, y la mirada de la persona se clavaba en mis rodillas. Yo podía intuir que estaba siendo la otra y que mi lugar era del todo polémico. Sin embargo no sabía qué más hacer que permanecer ahí y esperar que las cosas se desenlazaran solas. Imposible renunciar a una batalla de mierda, porque eso significaba una derrota de mierda y yo prefería una victoria de mierda sin lugar a dudas. Ya había tenido demasiadas de esas. Así que bajé un poco mi pollera para cubrir mis rodillas. No me gustaba la mujer a la que no le gustaba mi presencia; no me generaba simpatía, ni pena, ni empatía ni nada. Generalmente soy muy eficaz con las otras, a pesar de mis discapacidades sociales, pero ahora me recorría la espalda un frío helado que no subía precisamente del río.
En determinado momento, mientras seguía fumando y miraba un gato que pasaba por la calle, giré a cabeza hacia donde estaban los demás, a quienes había mágicamente olvidado por un instante, y al girar, todo se volvió oscuro, y me encontré a solas, en plena vereda, con ella. No sé dónde estaban todos, debo haber pensado que era un sueño y tomé como lo más natural aquella desaparición.
- ¿Qué te pensabas que iba a pasar? - Dijo la mujer, joven, chica.
Yo que no tenía muy claro cómo podría seguir aquello, no contesté, para evitar desenlaces dramáticos. Ella se adelantó y sin ningún rodeo me sujetó por el hombro derecho y me mordió el brazo izquierdo. Solo podía pensar “si esto fuese un sueño, debería empezar a sonar mi despertador en cualquier momento, porque hace mucho que estoy acá”, y de alguna manera esperaba escuchar los primeros acordes de la canción que me despierta todas las mañanas. Pero nunca llegaba y el instante de los dientes en mi carne del brazo estaba durando demasiado, así que decidí no esperar más la salvación de la campana y sacudirme, ya fuese para despertarme a mí misma o para sacarme a esa mujer de encima, si es que esta infamia de situación que estaba experimentando era real. Funcionó lo segundo: la mujer salió como empujada hacia atrás. Yo seguía sosteniendo mi postura surrealista ante semejante escena, como quien contempla un cuadro, y me preguntaba cada vez más si aquello era un sueño, por qué no pasaba algo más o cambiaba de escena, y si no lo era entonces por qué diablos no aparecía alguien más en esa calle.

niebla

camino por la calle, llena de niebla, con una luz blanca hecha de humo. en la niebla las luces dejan estelas que son verdes, rojas, pero por sobre todo anaranjadas. las letras de los ómnibus, los maxikioscos, las paradas. el puesto de revistas 24 horas frente al casino es naranja y verde.
no se ve nada, se ven solo sombras pero no son nada. se cruzan, caminan por el medio de la calle hasta que estamos más cerca pero vuelven a su senda habitual. nadie habla pero está lleno de voces. son unas veinticinco cuadras hasta mi casa, sin doblar. caminando rápido entre la niebla espesa de montevideo a las 3 de la mañana de un sábado.
mi casa está donde termina la calle, y son subidas y bajadas hasta poder ver la torre que tiene mi casa. no tiene luz, no es un faro, pero está donde termina la calle y donde empieza la bajada al río.
me saco las ganas de escuchar if, y fat old sun, y summer of 68, en ese orden. todo empieza a ser flotante cuando empiezan las voces en cada canción.
es fácil caminar así. la gente no se da cuenta de que yo paso, le piden monedas a la pareja que dejé atrás, al tipo que espera un taxi más adelante en la cuadra pero a mi me dejan quieta.

todos los días son de niebla. todos los días son un día de niebla. todos los días suena la misma canción en el despertador, entra la misma luz blancuzca por la ventana, hay ese color gris cuando esperás el bondi, y cuando lo tomás, y cuando te bajás y caminás hasta donde sea que vas. todos los días sale el sol en algún momento que vos no lo ves, porque estás adentro justo haciendo algo muy importante de tu trabajo o ayudando a algún necesitado, y cuando volvés a salir a la calle otra vez es todo gris y humeante. hasta las sábanas grises de tu cama, que no sé de qué color eran, pero ahora son grises y tienen la marca de tu cara, como de un maquillaje que no te ponés todas las mañanas porque ya se te pega desde las sábanas. gris y cansado con ojeras, con el pelo todo desaliñado, con el cuello de la camisa imposible de enderezar.

mujer así

lo mejor a lo que podrá llegar una mujer así será a eterna groupie, eterna devota de hombres como ella. siempre soportando todo en pos de una foto en blanco y negro, de ella y su hombre como ella, que toca el saxofón, o el piano, que es un genio incomprendido, excepto por ella.
entiende y soporta. y se ve indiferente y poseída al mismo tiempo. no le importa nada más que la fotografía de su vida con él, quién sea, en el momento que sea. a su lado se ve prudentemente comprometida, apoya a su hombre, lo ama. sola se ve suficiente y distante, pero a la vez eso hace que atraiga a otros. y luego cambia unos por otros y vuelve a representar el mismo papel, en otro teatro, en otro set de fotografía en blanco y negro.

ser otra, aunque a veces lo quiera, no le iría tan bien. a veces cambiaría esos hombres como ella, porque la aburren ya que los conoce como a ella misma. a veces querría estar con tipos que la complementen, que la hagan pensar menos, sentir más. no soportar ni entender, no ser groupie; sino ser soportada, entendida, adorada... tener un fan.
pero eso no le sienta, a la larga se repugna de esa nueva foto. le asquea volverse madre, ser valorada se vuelve el signo de estar con alguien que no es superior. ella precisa la humillación del desprecio, porque es menos mujer que las demás, sin dudas. porque en el fondo le asquea ser mujer... pobre.

laguna

tengo un sueño
terrible,
me duermo parada esperándolos
no vienen.
¿en dónde estan?
yo espero,
podría no ser.
tal vez tengan retraso,
y trazo tu cara
en mi mente
y descubro
que se parece a la mía
y que se parece
a mi mano
que la dibuja y la borra.
como la borra de vino
que queda
en la copa,
que se cristaliza de frío,
el cristal, con lapiz de labios mío,
pero es tu copa.
y copa, invade todo y
no recuerdo dónde dejamos la otra
o si tomamos, solamente
con una, y después
tanto miedo tenés
que temblando, me decís
de seis impresiones que tengo
sólo una, es una laguna
mental.