lunes, 26 de noviembre de 2012

lovesong


"when you have to travel
only pack the basic
one always finds their own stuff useless in foreign lands."



poema #9475


el viento golpea la puerta del baño
que no me sobresalta,
pienso que es alguien más
aunque no esté acostumbrada
a que haya nadie más
dando vueltas.

de dónde sale la tranquilidad
que me da el ruido del viento
y me hace pensar
que es él que va al baño,
abre la puerta,
después la empuja para cerrarla tras de sí,
y me hace levantar la vista
como pensando
"qué torpe!
tu golpe no fue suficientemente fuerte
como para cerrarla"




cuando empecé a hablar con los demás y me creí que me entendían, dejé de tener un diario íntimo o de anotar en la parte de atrás de los cuadernos cosas que solo me podía decir a mí misma.
ahora hace como mil años de todo eso, y tengo miles de txt en mi computadora que prueban que en realidad, a nadie le he hablado sinceramente en todo ese tiempo, más que a mí. antes de eso supongo que no sabia tantas palabras, o cómo usarlas, o que querían decir juntas, o ni siquiera qué pensaba como para comunicar nada.
de aquí podría pensarse que soy una inadaptada, que vivo sola en un altillo oscuro y como las migas de comida que quedan en el comedor cuando todos ya han dejado la mesa. que no recuerdo el timbre de mi voz, por desuso; que poseo una bata desteñida y nada más en mi guardarropas, y que crío gatos. pero no siempre fue así. la realidad me esta golpeando en la cara, y creo que algún día habrá que asumirlo: soy casi una rata, que vive sola, y que cuenta entre sus amigos dos seres de otras especies, un solo ser humano vivo a quien teme constanteme haber cansado con sus insuficiencias estructurales de relacionamiento, y un sinfin de muertos.

life of the mind

"you know, in a way, i envy you charlie, your daily routine, you know what's expected...you know the drill.
my job is to plumb the depths, so to speak. trench up something from inside, something honest. i gotta tell you, the life of the mind... there's no map for that territory; and exploring it can be painful. the kind of pain most people don't know anything about.
this must be boring you."

Barton Fink



Julia

“We’ll meet again, don’t know when, don’t know when…”

Se escucha la voz de Johnny Cash apagada por una intensa vibración al lado de la almohada. Delicadamente, aunque después de haber escuchado un poco más de la canción, entre sueños, sin saber si está despierto o no, se apaga el despertador, se calla Johnny Cash, se abren los dos ojos.

Todo oscuro, excepto por las líneas de luz paralelas al techo. Con el cambio de hora y el inminente verano ya no se despierta de noche. Hoy no está solo. Va directo a la heladera. De pasada calienta agua para el café. Es el único día de la semana que toma café antes de salir a la calle, antes de llegar al trabajo, antes que nada. Es el único día que tiene y que usa la leche de su heladera. Café con leche para ella.

El olor al café que se va haciendo de a poco mientras él apronta sus porquerías para el día le hace acordar a las mañanas en Barcelona, esas vacaciones soñadas que cada vez parecen más lejos, que ya casi son ininvocables, excepto por estos disparadores fortuitos de los olores. Piensa en serio sobre esto, cree que ha tenido una idea, algo sobre la perdurabilidad del olfato como disparador de la memoria, y enseguida se dice que alguien ya lo debe haber dicho, como siempre. Vuelve a saborear el olor a café, a sentirse bien en el recuerdo de esas mañanas, a añorar la adrenalina de estar lejos, de tener planes nuevos cada día, de ser un poco turista y un poco vagabundo allá lejos.

De pronto se está lavando la cara con agua fría, porque hace unos meses que no hace tanto frío a la mañana como para tomarse la molestia de abrir esa canilla del agua caliente que luego cuesta tanto trabajo cerrar bien, sin que quede goteando. Se ve la cara y ya no está más en Barcelona, ni metido en el olor a café. Es lunes, tiene que ir a trabajar y sin darse cuenta ya se está lavando los dientes. Cosa graciosa, piensa, las caras que hace en el espejo. “Gracias a Dios por la intimidad de las mañanas” está pensando justo cuando aparece en la puerta con cara de dormida, Julia.

- Hola, pa.
- Hola, Julia.

Julia ya conoce la rutina porque aunque es chica, solo tiene 7 años, ya ha pasado muchos lunes así, con él. Va sola a la cocina y prende la tele. Como no hay cable acá tiene que mirar el noticiero de la mañana, y Julia ve cualquier cosa, no entiende nada, los goles internacionales, el pronóstico del tiempo. Toma su café con leche, y se pone el uniforme del colegio, mientras su padre le apronta la vianda con el almuerzo. Algo que no sea totalmente una mierda, para que Andrea no le salga con clases de nutrición que no necesita, pero no tan sanas como para que Julia lo odie por no estar tan presente y encima darle espinacas de comer.
Le arregla el cuello de la camisa de pique, tan inmunda, le da vuelta los puños de las mangas del canguro azul y blanco, le ata los cordones con doble moña, como le pide Julia, para que no se desaten en todo el día. Julia ya se lavó más o menos los dientes, pero se los hace lavar de nuevo para tener la conciencia tranquila, o su compulsión tranquila, quién sabe.

Están prontos. Es verdad que él se tomaría un whisky hoy, no sabe por qué pero está más jodido este lunes que cualquier otro, pero no se va a poner a hacer pavadas con la nena ahí, es cuando menos una buena excusa para no ir borracho ya el lunes. Sería demasiado.

Piensa en una fracción de segundo que no está haciendo nada con su vida, algo que piensa recurrentemente desde los 19 años, aunque haya tenido una hija, un matrimonio fracasado, miles de parejas ridículas y algún que otro trabajo patético hasta llegar hasta acá, hasta abrir la puerta de su apartamento en propiedad horizontal que bueno, después de todo no está tan mal, saliendo con Julia para el colegio, llegando un poco tarde.

Está gris afuera, salen por el pasillo con la mochila, la vianda, y la mochila de él. Van a la parada del ómnibus. Mientras esperan en silencio Julia mira a los demás y le habla un poco sobre el campo deportivo, porque en el colegio hoy es día del campo deportivo ¡qué emoción!

- Papá ¿por qué tenés cara de aburrido?
- No sé, Julia, porque es la vida así, qué sé yo…
- Siempre decís lo mismo, todo es que la vida es así. ¿Así cómo?
- No sé, Julia, creo que todavía no lo sé…
- ¡Mirá que hablás pavadas! – y larga una carcajada tan divina, tan de niña que no le afectan todavía los lunes, tan sana como la espinaca, como la pascualina que él odia, y que a ella como es una niña hermosa le da igual.
- Sí, es así, tal cual, Julia.

Habla pavadas, no sabe qué es la vida pero siempre responde lo mismo, y hace lo mismo, y recuerda siempre lo mismo.

Llega el ómnibus. 144 – Cementerio Norte. Todos los días se toma el mismo ómnibus que va a Cementerio Norte. Se pregunta un poco cuándo va a ir a Cementerio Norte de veras, en algún vehículo más sofisticado. Está seguro de que morirá joven y que sus padres se saldrán con la suya con el velatorio y la marcha fúnebre. Él por supuesto que quisiera morir desintegrado por una explosión nuclear, o caer adentro de una grieta en el Gran Cañón y que no lo encuentren nunca más y que todos tengan que ir a ver su tumba magnificente, labrada por la historia de la propia Tierra. Qué mejor…

not that it matters

En donde trabajo, desde hace un tiempo, he notado que la gente que está incómoda con la vida, canta canciones idiotas. Cuanto más incómodas con la vida, más idiota la canción.

Me acuerdo un tiempo en el 2010 que una mujer se pasó cantando un tema que pasaban en el programa de Tinelli, que decía algo así como “Soy felíz, soy feliz, vamos que la vida es una fiesta”. Me imagino que esa tipa debe haber pasado el peor momento de su vida por ese entonces.

Hoy temprano, que además de ser temprano era lunes, otra persona me saludó con el abrazo más apretado y falso que recibí en todo el mes, mientras cantaba algo que ni siquiera era una canción. No supe qué pensar. Era un “nanana nana” cuya melodía e intensidad manejaba a su antojo, calculo yo que alterándolos en función de la necesidad, según quién estuviese cerca, etc.

Piensen lo que quieran y oféndanse y retuérzanse todos los optimistas y personas pasando por un buen momento de su vida, pero yo detesto a la gente que canta pelotudeces cuando está mal. En general me parece una clara señal de mal gusto, una falta estética, un claro indicio pobreza intelectual y de una insensibilidad abrumadora cuando alguien no puede llevar con altura una buena cara de culo.

Los niños en eso son más sanos. Una niña que no quería venir al colegio hoy a la mañana hizo lo que hubiese querido hacer yo si tuviese la esperanza de que daría algún resultado: lloraba en la puerta diciendo que estaba podrida de venir a la escuela. El padre me la confió a mí para que la calme y la convenza de quedarse. A mí, justamente a mí. Mi único consuelo: yo también estoy podrida, hagamos juntas la fila para entrar. En este país se hace fila, se tiene en alta estima la fila y el orden. Filas dirigidas por personas que cantan idioteces porque no se pueden matar, o porque en realidad no es para tanto.

Mis mejores amigos tienen cara de culo o lloran cuando están podridos. Igual, entiendo que vos tengas una banda de rock y cantes mal, o hagas como que sos artista, o sonrías y seas modelo, o cantes pelotudeces a la mañana. Son otras formas de expresión, qué sé yo…